25.3.09

Utopía


Utopía significa, “en ninguna parte” o literalmente “no lugar” o “sin lugar”, ya que proviene del griego ou topos.

La utopía es la concepción de una sociedad perfecta que no puede realizarse, ya que es un proceso de construcción infinito que no tiene telicidad; sin embargo, esta idea se contrapone con aquella que sostiene que la utopía es un proceso de mejoramiento de la realidad, el cual siíllega a realizarse, aunque sea por breves periodos. Se puede alcanzar por fragmentos.


La utopía intenta perfeccionar y transformar la realidad a través de un espíritu de acción, e conciencia y de subversión.


La realización de los proyectos que plantea la utopía se complica, como nos ha explicado Marcuse, porque existe una inmadurez social que se opone al cambio y además, muchas veces el cambio social va en contra de leyes biológicas o físicas. De este modo vemos que dentro de la utopía se encierra la oposición de la libertad y de la necesidad y que no podemos tenerla en su totalidad.


Hemos visto a lo largo de la historia que los procesos de la construcción de una utopía han fracasado, a pesar de haber logrado mínimas transformaciones. En la actualidad, ante esta verdad, el individuo siente un profundo desencanto, en el cual no vislumbra ninguna esperanza.


Vista en tanto acción, como se la veía en los años 60-70, la utopía es el principio del desencanto, si entendemos que al buscar la revelación o conomiento del mundo como es, esto sólo puede lograrse con el desencantamiento del que han hablado los teóricos de la modernidad.

Si la utopía se convierte e encantamiento fracasa porque, como acción que busca el mejoramiento del hombre, no lograr desencantarlo sino dotarlo de un nuevo encantamiento. Podríamos decir que en este sentido, la utopía aspira al desencanto. Por eso es el principio del mismo.


Ahora bien, en la actualidad, ante el fracaso de las utopías sociales, exsste la posibilidad de encontrar una utopía individual e interior que resultaría más realista y verdadera. Si la vida de cada ser humano comenzara a cobrar sentido, éste podría ayudar al otro y así hacer modificaciones graduales en las sociedades.


La lucha tal vez ya no es contra el mundo, sino que ahora libramos día con día una batalla interior, en la que tenemos que vencer nuestros propios miedos y enfrentarnos a muchas situaciones interiores que no vislumbramos por nuestra soberbia y nuestro ego.


En esta utopía interior se debe poner en práctica la conciencia, para poderte “dar cuenta de que te puedes dar cuenta”, para poder ver la realidad de las cosas tal cual son ellas mismas.


El ser humano tiene que buscar en su interior, develar el mundo que yace adentro: Esta es ahora nuestra última utopía.


¿Utopía?

No quiero triunfar, sólo quiero sobrevivir

con esta frase, sentida en muchos de los personajes de esta época, se puede martillar o roer o develar, una vez más, la máscara del mundo moderno; es decir, el gran modelo de sociedad cuyo paradigma recae en el pensamiento moderno se vino abajo.


Con el viraje a una sociedad basada y fundamentada en el mercado, donde los individuos se han trastocado a meros consumidores esclavizados, cuyo dios capitalista a pesar de envolver y seducir magistralmente a sus entelequias consumidoras de modas pasajeras; por más que intente no es posible llenarles el espíritu, porque, lo principal, sus vestidos artificiosos en lugar de liberarlos, los ha esclavizado.


Mientras que unos siguen siendo arrastrados por el río de la máscara; otros emergen con discursos nuevos, con los cuales se podría pensar en un “borrón y cuenta nueva”, en donde el borrón alberga a la CULTURA impuesta, basada, principalmente en la industria, la tecnología y la máquina.


En la “cuenta nueva” el hombre debe parar y reflexionar de nuevo, porque las consecuencias negativas, gracias a la arrogante actitud del hombre moderno ya no pueden esperar más tiempo, ya que lo que hace falta es tiempo para poder subsanar lo más posible la catástrofe.


Las utopías basadas en el aspecto histórico-social del hombre son obsoletas, por ejemplo, la transformación del mundo marxista ya no es posible. Lo importante es rescatar y re-pensar al hombre en cuanto a todo lo que este término alberga: espíritu, cuerpo, racionalidad, irracionalidad, objetividad y locura…; es decir, permitir un espacio para un nuevo tipo de utopía cultural, que no viaje a sendas inalcanzables, sino que sus axiomas-móviles surjan de la lucha contra sí mismo, de la contracultura, de la apuesta por el cambio individual, del rescate del hombre mismo.


Sin embargo las preguntas surgen: ¿Qué rayos se puede hacer? ¿Es posible liberarse de las cadenas culturales, cuando hasta lo más primigenio como el acto sexual, resulta ser un hacer el amor culturalizado. Pero la pregunta culminante es ¿Podemos intentarlo o no? o ¿Queremos intentarlo o no?

5.3.09

¿Qué futuro para la especie humana?

Con la crisis de la modernidad los ideales de progreso y futuro se ponen en duda. Por lo tanto, el individuo de la sociedad contemporánea carece de expectativas y de una visión de futuro, sólo trabaja a partir de un presente instantáneo.


La crisis de la modernidad conlleva una pérdida de sentido, de dirección: el sujeto contemporáneo deja de poseer un horizonte de futuro y una razón de ser.


A diferencia de otras épocas de la historia de la humanidad en las que aún se mantenía cierta comunidad entre los individuos y, por ende, era posible formular una utopía colectiva, en nuestro tiempo esa unidad de individuos ha cambiado para convertirse en fragmentación, individuos aislados sin capacidad de dialogar para formar una causa común.


En lo que toca a esto es ejemplar la novela No será la Tierra, de Jorge Volpi, que retrata el mundo globalizado en el que existe una inmensa pluralidad sin unidad, además de captar toda una serie de individuos sociales que no tienen ninguna expectativa trascendente de futuro, sino sólo la ambición material o de plano una visión desencantada.


Con este panorama de sociedades fragmentadas sólo cabe pensar en un trabajo individual y ya no colectivo. La creación de un ideal, de una utopía, se restringe al espacio propio: es la única revolución que nos queda. En este sentido es interesante observar El club de la pelea de Chuck Palahniuk, texto en el que se desarrolla una intensa batalla del sujeto contra sí mismo con intenciones de revolucionar su espíritu.


En el mundo actual ya no se desea un porvenir excelso, sino más bien se trabaja para que el presente no sea tan nefasto; ya no hay una gran esperanza, sino sólo una en pequeña escala para trabajar sobre el presente.