9.9.08

Próspero y Calibán



La figura del tirano ilustrado hay que entenderla en el sentido de la sabiduría dirigida a la práctica. Esa es la dirección que tiene la modernidad.

La sociedad moderna se caracteriza no sólo por el saber, por la búsqueda de conocimiento, por eso que se ha dado en llamar “desencantamiento del mundo” digamos del mito, de la magia, de la idealización de la naturaleza.


Desencantamiento como conocimiento, como indagación en la naturaleza por medio de la ciencia.

No sólo es desencantamiento del mundo, no sólo es alumbrar esa parte sombría de la naturaleza a la cual sólo conocemos por medio del mito. Es al mismo tiempo afán de transformación de la naturaleza.

No sólo es la característica central de la modernidad, sino de la cultura de Occidente desde la Grecia clásica, los presocráticos.

Si leyéramos a Homero, aún con el encantamiento del mundo presente en la Ilíada o la Odisea, vamos a encontrar atisbos de dirección hacia la práctica: producción, economía.

Y por eso está tan ligado el tema del hombre ilustrado al hombre de conocimiento teórico que es eficaz en la operación.

Esta sería una de las críticas que se le harían al estudiante universitario de la Facultad de Filosofía y Letras, pues es un estudiante orientado fundamentalmente al mundo de los libros, al plano de las ideas, a la discusión teórica, y tiene por lo tanto un saber libresco.

Y esa sería su gran “falla” en el mundo occidental y sobre todo hoy que está exacerbadamente dinamizado por la acción práctica que es lo que se privilegia actualmente.

La diferencia hoy día está en el saber y el hacer. ¿Qué haces con lo que sabes? Por eso Adorno y Horkheimer hablan del pensamiento en continuo progreso. No sólo aprender cosas nuevas sino ese conocimiento transformarlo en cosas nuevas.

Y no es raro entonces que el personaje central de
Los libros de Próspero lleva implícito en su nombre la idea de Progreso, y por tanto la idea de Futuro.

La gran revolución filosófica que implica la modernidad es primero la del saber como razón operativa, la del saber como conocimiento para la práctica, y por eso todo se convierte en un objeto de cálculo; después, la revolución del individuo, y la otra gran revolución es la revuelta del futuro; todo con dirección a cómo voy a estar mañana, y para estar cómo quiero estar tengo que actuar.

Esa es una diferencia radical entre el pensamiento moderno y el utópico. Nosotros como latinoamericanos no hemos aprendido esa parte, de que hay que hacer algo para que mañana sea mejor. Eso no nos funciona, nosotros simplemente tenemos en que mañana probablemente sea mejor. No trabajamos a futuro con planes, con programas.

El tema de Calibán es un tema central en la cultura de nuestra América. Es la gran discusión. Nada mejor que el mito de Calibán, que está en Shakespeare, Renán y en muchos otros autores. Es un tema que está en la historia de las ideas de Iberoamérica. Alrededor de él se ha problematizado filosóficamente, políticamente, sociológica, ética y étnicamente el tema de quiénes somos. Y a partir de ahí, de esa relación entre Próspero y Calibán, no sólo la relación Civilización y barbarie, sino la relación entre la condición del ser iberoamericano y la utopía de Iberoamérica.

Porque la utopía va a estar muy determinada por querer ser como Próspero, por querer asumir la civilización que representa el conquistador, Próspero pero en el sentido de la Europa moderna, más que España.

La película se llama Los libros de Próspero, y ¿qué hay detrás de ello?
Hay un ansia de absoluto.

Esta es otra de las características centrales de la modernidad, que va a formar parte de la utopía de los iberoamericanos, que nos va a costar mucho llegar a eso.

Uno tiene una experiencia X y conoce esto, pero también va teniendo varias experiencias de diverso tipo. Y lo que tiene al final es el conocimiento de diversas partes, un conocimiento fraccionado, sabemos cosas, sabemos un poco de Cortázar, otro poco de Onetti, otro poco de Kant, otro poco de allá y otro tanto de allá. El tema es que se nos pregunte ¿qué concepto tenemos de la vida?

Eso está en todas las experiencias. Pero como está fraccionado, yo todavía no he hecho la integración de todo lo que he amado, vivido, leído, soñado, sufrido, trabajado, estudiado, para tener una visión propia, un pensamiento propio: “este es mi pensamiento y este pensamiento lo puedo abrir hacia la política, la sociedad, la economía y lo filosófico y esta es mi gran visión del mundo”.

A esto se llega después de un trabajo intelectual de fondo. Ese es el trabajo que hace el humanista, el llamado intelectual. Y este es el objetivo. No saber un montón de cosas separadas. No se trata de “saber muchas cosas”, sino de “integrar todo en tu propia personalidad”.

Eso se hace acudiendo a todas las referencias que vayamos encontrando en cada cosa que leamos, escuchemos, descubramos, conozcamos, para descubrir el por qué de las relaciones.
Esa es la vocación de absoluto. La construcción de la Totalidad. Es decir donde todas las partes no funcionan separadas sino en sus relaciones. Y esto es un sistema.

La totalidad es lo que se conoce como el concepto, una verdad o una categoría.

Entonces, no es que Próspero quiera leer muchos libros y ser un hombre culto. Sino que con todo lo que ha leído ha construido un pensamiento. Occidente es todo un pensamiento, todo un sistema.

Y eso de alguna manera convierte al hombre en una especie de Dios. Su herramienta es la razón.

La síntesis de la síntesis es el absoluto, y este es el resultado de una abstracción que exige la capacidad de discernimiento, un tipo de cabeza muy particular.

Pero no sólo para acumular conocimiento sino para que todo se integre a la vida y a la personalidad propia. De modo que cuando uno pase, se note porque "pesa".

Retomando el tema de Próspero, el dota de lenguaje a Calibán, ¿qué significa eso, qué le da con el lenguaje?

Con el lenguaje le da una organización del pensamiento, una historia, una visión de mundo, una cárcel y posibilidades.

Si le da una organización del pensamiento no es porque crea que Calibán no piensa, sino que no piensa de acuerdo con el sistema occidental, la visión del pensamiento eficaz, orientado a la práctica y con el fin de obtener resultados.

Por ejemplo un anuncio de hace algunos años del vino Calafia que decía “es que salen buenos”. Y no se trata de eso sino de que “sean buenos”. A Próspero no es que le salga, sino que él sabe; son dos cosas distintas.

Al darle una historia y una visión de mundo lo hace parte de una cultura, lo conquista y lo transforma.

Por ejemplo, yo a un niño huérfano lo hago parte de mi familia. Alguien podría decir, “bueno, ¿y qué culpa tiene el niño?” Sí, puede que tenga razón; lo salvo y lo condeno al hacerlo parte de mi historia, sin embargo también le concedo, como parte de mi familia en la cultura moderna, posibilidades.

Nunca somos del todo libres. El lenguaje es así: da posibilidades pero siempre se topa con límites.

Además de todo lo anterior, también le da una identidad. Por eso podemos decir que los países iberoamericanos formamos parte de la cultura occidental con aspiración moderna.

Es importante mencionar lo ambivalente que puede llegar a ser un símbolo como Calibán.

Nosotros somos hijos, como iberoamericanos, de Portugal y España por un proceso de Conquista y Colonia brutal. Es violencia de una cultura sobre otra cultura.

Tenemos que desmitificar el término cultura, que de repente aparece como una cuestión muy noble, cuando es un campo de batalla.

Entonces en nombre de la cultura se disputa el control del mundo. Y eso lo tenemos a lo largo de toda la historia humana. Y nosotros a raíz de ese choque violento entre culturas tenemos una identidad.

Y pese a ser resultado de ese choque, hoy día es algo que defendemos. No queremos otro choque porque “afecta nuestra identidad”. Y entonces un radical defendería reticentemente su identidad. Otro más libre diría “afecta nuestra identidad ¿y qué? Si el choque cultural se sigue dando y se va a seguir dando”.

Sobre todo actualmente con el fenómeno de la globalización y la liberalización del mercado, que las culturas se tocan, a través del intercambio de productos que también son lenguaje.

La cultura es un choque tremendo, es un terreno de intolerancia tremenda. Sin embargo está hecha de esa mezcla. Entonces la identidad no es un proceso estático; vamos cambiando.

Existe la alteridad, no la identidad. Sin embargo hemos creado toda una utopía alrededor de un problema inexistente, de algo que no es.

La identidad es una cárcel. No te deja ser otra cosa. Y ahí está Romeo y Julieta: «No te puedes enamorar de esa otra familia, porque nosotros somos una cosa y ellos otra».

Probablemente nuestras identidades y los símbolos que las representan en un futuro no muy lejano van a cambiar.

7.9.08

La biblioteca de Próspero



por Ernesto Reséndiz Oikión






Los libros de Próspero de Peter Grenaway es una utopía cinematográfica, esta versión libre de La tempestad de William Shakespeare no sólo retoma la estética y la espectacularidad del teatro isabelino, sino que, auxiliada de la magia de las nuevas tecnologías, explora posibilidades de un discurso cinematográfico que se teje con las artes visuales, la ópera, la danza y el performance.

El espectador se enfrenta a una obra que aspira a la totalidad, a partir de recursos fragmentados, por eso, esta película es también una de esas historias que para poder ser contadas necesita inventar su propio lenguaje, en búsqueda de una modernidad discursiva.

Las pantallas superpuestas sirven como libros abiertos donde se escribe la ficción o como escenarios para enmarcar las exploraciones artísticas como un collage, además, crean distintos planos que permiten introducir perspectivas de sueños y recuerdos que se confunden con la misma “realidad” de los personajes.

En estas pantallas también se realiza un juego de metaficción, pues tenemos a un protagonista Próspero, pero también a un personaje muy parecido a éste que es un narrador y autor al mismo tiempo, ¿acaso es Shakespeare en el proceso creativo?

Además, la descripción de los distintos ejemplares que conforman la biblioteca de Próspero sirve de apertura de telones, así, el libro del agua introduce la tempestad que hundirá el barco de Napolés, el herbolario servirá para mostrar la cueva donde vive Calibán y el libro del amor expondrá el romance entre Miranda y Fernando.

Próspero es el progreso de la razón, su poder mágico proviene de su biblioteca, misma que le costó el ducado de Milán, su afán de erudición y curiosidad fue su derrota y al mismo tiempo su mayor fortaleza.

Sin embargo, este conocimiento también representa el mayor peligro de la razón, porque cuando el saber se orienta impulsivamente sin mantener un uso crítico, como es el caso de la venganza, tiene efectos terribles, el tirano ilustrado se encumbra y pronto tiene a sus enemigos en la palma de su mano.

La humanidad expresada en una autoconciencia reprime esta tentación autoritaria y permite que Próspero perdone la traición de su mismo hermano, magnánimo es un juez justo de sus contrarios.

En torno de la figura intelectual y política de Próspero aparecen dos personajes alegóricos: Calibán y Ariel, sus esclavos como dos polos.

El primero representa al bárbaro que carece de educación, su amo le entrega las palabras para que articule su pensamiento, pero él reniega de ese don, sólo quisiera ser soberano en su isla, insumiso se revela, pero está condenado a las cadenas de la ignorancia.

El segundo representa al ingenio de esa inteligencia, por eso es un espíritu etéreo parecido a un relámpago incandescente; sin embargo, esa capacidad se somete dócilmente, acata las órdenes al pie de la letra, sabe esperar, aunque tenga que callar, las palabras no las usa para pensar, el amo es quien piensa por él, paradójicamente, este es el camino de su libertad, fue más hábil que su señor porque se adaptó a él.

La última obra descrita es el libro de los juegos, porque precisamente el final es un giro lúdico de la historia. Toda la colección de Próspero se pierde por órdenes de él, pero dos volúmenes se conservan uno con las obras de Shakespeare, donde permanecen 19 páginas en blanco, y el otro es el manuscrito de La tempestad que completa el espacio vacío.

Juego libresco y cinematográfico, donde el cine fruto de la literatura es también una burbuja que la incluye, palimpsesto visual y gráfico que propone una lectura/reescritura utópica.


Civilización y Barbarie

Esquema inicial del curso
Iberoamérica como problema. Utopía y Desencanto

Identidad: Mezcla España-Portugal / Francia-Alemania-Inglaterra
Conquista/Colonia Independencia / República
Modernidad: Razón / Estado / Ciudadano / Ley / Educación
Desencanto: Resultados
Distopía: Constatación: Descripción del Infierno

Lógica de este esquema:
La falta de Identidad y Modernidad ha dado como resultado el desencanto y la distopía.

Estos dos procesos iniciales al no ser conseguidos dan como resultado primero un desencanto, y luego la constatación de lo que estamos viviendo un día, que es el infierno.

Identidad y Modernidad han sido los dos proyectos inconclusos de nuestra América Latina, en la que hemos transitado un camino que va de la construcción de la utopía a la construcción de la distopía.

La primera estación de este recorrido es un problema fundamental de los latinoamericanos: la identidad: ¿qué somos? ¿Quiénes somos?

Esto no ocurre en otras latitudes. Pero sí en AL, donde somos muy dados a la lírica, a la retórica, al andar haciéndonos problemas de más, porque somos hijos de un encuentro de culturas. Y entonces nosotros como que nos sentimos descoyuntados, porque hay que agregarle la base propia del mundo prehispánico o preibérico.

Ahora, si uno lo piensa bien, ¿cuál es el problema? Si el mundo entero es una mezcla. O ¿hay alguna cultura que sea pura? ¿No hablamos de la gran cultura grecolatina? Griegos y romanos, enemigos entre sí. Y dan origen a una gran cultura, a una gran civilización, al choque, político, por intereses, por invasiones territoriales.

Y de ese choque se produce una gran cultura, de la cual también nosotros somos producto.

Yo no sé sí los griegos se están preguntando quiénes son, o los italianos, “¿qué nos pasó?”. Nosotros nos hemos hecho un problema con este asunto. Al grado de que hoy día hay gente que no entiende por qué la selección mexicana de futbol está dirigida por un sueco.

El mundo no es así. El mexicano para empezar tampoco es puro, ya es hijo de esta mezcla. No existe la pureza. Pero nosotros nos hemos hecho todo un problema con el tema de la identidad.

Y luego nos planteamos la Independencia y la construcción de la República, que este tema nos lleva directamente a la modernidad, la construcción de la Sociedad Moderna.

Y la sociedad moderna es todo un proceso de racionalización, o sea, un proceso de organización. Y la organización de la sociedad pasa por la construcción del estado, del ciudadano, el respeto a la ley y la educación del ciudadano dentro de este sistema que es la sociedad.

Esto tiene un gran sentido para el tema de la construcción de la sociedad, porque lo que está en juego es la convivencia, la coexistencia, cómo vamos a vivir juntos. Sobre todo esta última expresión tiene sentido si pensamos por qué, si no resolvemos o construimos la modernidad, no podremos vivir juntos.

Nos mueven intereses, a cada uno de los individuos que componemos la sociedad. Y muchas veces estos intereses chocan entre sí, y se trata de cómo organizar dichos intereses.

El Estado sirve para eso, para organizar la vida social, de tal manera que yo no te mate a ti ni tú a mí por intereses, hay que «regular» la vida social.

Al decir «regular» hablamos de las normas, la regla, la Ley.

«El respeto al derecho ajeno es la paz». Esa es la gran verdad del Estado y la gran verdad de la sociedad.

Porque «Vamos a hacer una sociedad». ¿Cómo se hace una sociedad? La sociedad es un contrato. De aquí surge el ideal de la República, la gran utopía que hemos tenido aparte de la identidad en América Latina, la construcción de la Modernidad.

Que no nos matemos todos contra todos.

Bueno, ayer hubo 30 muertos en México. El Estado se dice, eso lo habrán visto en los periódicos, que está rebasado. Porque el Estado en México dejó de funcionar porque dejó de organizar la convivencia. ¿A qué se dedica el Estado hoy día? A organizar los negocios.

Entonces se le olvidó esta tarea y por lo mismo dejó de garantizar el primer producto para el cual existe: brindar seguridad a los ciudadanos.

Thomas Hobbes escribió un libro que se llama Leviatán y ahí sostiene que el Estado tiene como principal función, evitar la guerra de todos contra todos, porque el “hombre es el lobo del hombre”.

¿Cómo evitamos esa guerra? Organizando los intereses. Y por eso pedimos una sociedad igualitaria en la cual unos cuantos no tengan la mayoría de la riqueza, porque eso genera rencores, resentimientos, afanes de venganza, entonces por eso se aspira a que el Estado ofrezca una especie de compensación.

Para construir la gran sociedad moderna, que algunos consideran la civilización, nos encontramos en estado de barbarie, somos premodernos. Entonces construir la sociedad moderna es nuestra entrada a la civilización.

Este problema también le preocupó entre otros a José Martí. Pero ¿cómo vamos a construir la sociedad moderna o la civilización abriendo un espacio de futuro en nuestra América?

Pero para eso tenemos que recurrir a los extranjeros, Francia, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos, porque ellos han construido el modelo de sociedad moderna.

Cómo construir la sociedad moderna es lo que se plantean Martí en su ensayo “Nuestra América”, Domingo Faustino Sarmiento en Facundo. Civilización y barbarie y Octavio Paz en su ensayo “América Latina y la democracia”.

Paz dice que no adaptamos sino adoptamos.

¿Por qué?
¿No tenemos la capacidad para adaptar?
¿No tenemos la suficiente inteligencia, capacidad o creatividad para adaptar otro modelo?

Según Martí, porque no conocemos bien nuestra realidad.

Y según Paz, porque somos hijos de una cultura antimoderna, la cultura que está en contra de la tarea que queremos realizar, de la utopía que queremos conseguir. Y este obstáculo es un obstáculo como el pecado original, está en el origen de lo que “somos” nosotros.

Este sustrato prehispánico que no tiene nada que ver con la República, con la democracia, que no se rige con los patrones políticos occidentales. Y desde luego, tampoco lo que es la monarquía de la Península ibérica que es principalmente un movimiento antimoderno, que se opone a la República, incluso se le conoce como Contrarreforma.

El tema es tan fuerte que tiene que morir Franco para que España pueda despegar. España con Franco siguió siendo una sociedad feudal. Cuando muere Franco recién entra España en lo que se conoce como una transición a la democracia que la facilita el propio rey de España, el rey Juan Carlos, quien juega un papel central, junto con Adolfo Suárez, el Partido Socialista Obrero Español, Felipe González y otras fuerzas que son capaces de sacar a España de eso.

Y miró al resto de la Europa moderna, al grado que hoy día España es un país que entró de lleno en la modernidad. Y en 30 años, España es irreconocible en términos de modernidad.
Y España misma fue capaz de dejar esa impronta cultural.

Sin embargo a los mexicanos nos sale en cada esquina el “México profundo”, el sustrato prehispánico. Sin decir que eso es una maldición.
Nosotros aunque no queramos somos hijos de la cultura del autoritarismo. Todos nosotros somos un autoritario en potencia. Tenemos la idea de que se hacen las cosas porque nosotros decidimos que así se hacen las cosas. Basta con que nos den una llave, o una pluma para firmar los cheques de todos los funcionarios, una cuota de poder sin importar el tamaño y hacemos sentir el poder.

En México cómo funciona. Sí, tenemos un Presidente, un Poder Legislativo y un Poder Judicial, pero de nombre pues funciona como un esquema premoderno.

El Presidente es el mandamás, él manda, él decide. El Poder Legislativo aspira a que el partido en el poder tenga mayoría en el Congreso para apoyar todo lo que diga el Presidente. Y por eso Martí y Paz hablarán de las máscaras. Hemos adoptado los nombres y no adaptado. No hemos ido a lo profundo.

En materia de Educación, en nuestro país es lamentable, siendo uno de los pilares de la construcción de la sociedad moderna porque se busca educar al niño como ciudadano, con un espíritu crítico, tolerancia, sentido de solidaridad y progreso, etc.

La Educación en México en el último medio siglo ha estado en mano de dos caciques: Carlos Jongitud, un cacique que duró casi 30 años, que duró hasta el año 88 cuando fue reemplazado por Elba Esther Gordillo, quien dirige actualmente el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.

Y ella dicta lo que hay que hacer en Educación, como por ejemplo decir que en México tienen que desaparecer las escuelas normales, las escuelas de formación de maestros, que está en la base de este proyecto de tiene que ver con la utopía moderna.

Observemos la contradicción. Esta líder le entrega al presidente de la República un documento referente a la modernización de la Educación, al tiempo que propone la desaparición de las escuelas normales que son las escuelas de formación de los maestros, que necesitan ser formados como tales para que a su vez formen a los ciudadanos.

Cuando leemos a Sarmiento, en el Facundo, estamos leyendo a un hombre que fue capaz de crear en América Latina una serie de escuelas normales, porque él entendía que había que civilizar, educar para salir de la barbarie, a mediados del siglo XIX.

En Chile creó una gran escuela, la Escuela Normal Superior, que tomó el formato de la Escuela Normal de Francia: 6 años de educación normalista y al egresar prestar servicio durante tres años en comunidades rurales.

Entonces no entendemos todavía el tema.

Hoy hablamos en México de la construcción de la República, un tema planteado desde nuestra independencia y que hoy día es una tarea pendiente. De este tema se ha venido hablando en México desde los años 20 con Vasconcelos, los 30, 40, 50, 60. En los 60 ya no daba para más y ocurrió el 68. Y continuó en los 70, 80, 90, hasta nuestros días.

¿Hoy día qué tenemos en nuestro país?
Una clase política y una policía donde se concentra lo más podrido del sistema, los propios delincuentes y criminales, reunidos en esta semana en el dichoso Consejo de Seguridad.

Todo esto tiene expresión en la literatura.

Nos hemos propuesto construir la modernidad y nos hemos encontrado con problemas. Paz dirá que somos traducción y metáfora porque nuestro romanticismo tampoco es un romanticismo auténtico, porque se supone que el romanticismo es una reacción contra la razón, en Europa, y esta reacción contra la razón cobra sentido en la modernidad.

Si nosotros no tenemos modernidad, obviamente no tenemos racionalidad, el orden, la organización de la sociedad. Entonces, contra qué razón estamos, si no tenemos modernidad. Y si no tenemos razón de estar contra la Razón, ¿cuál es nuestro romanticismo?

Dirá Paz que es un movimiento esnobista, queriendo ser de moda, tratando de ser romántico, sin que ese romanticismo responda a nuestra realidad, porque romanticismo tendría sentido si fuéramos modernos.

Y dice Paz algo más serio, el romanticismo español que se llamó modernismo tampoco tiene razón de ser, porque la España era antimoderna y si era antimoderna cómo podía ser romántica.

Para ser romántico tienes que ser moderno y al mismo tiempo antimoderno, porque estás contra una parte de la modernidad pero desde una perspectiva moderna.

Entonces dice Paz: nosotros con nuestro romanticismo somos una copia de una copia, porque ya España era una copia con su romanticismo y nosotros fuimos una copia de la copia que era España.

Entonces tenemos dos puntos al respecto de la lectura de Paz:

Somos hijos de una cultura antimoderna, de una cultura que viene marcada por un espíritu de Contrarreforma.

Tenemos condiciones para adoptar y no para adaptar porque nos dejamos llevar por el nombre pero no hemos dotado de contenido esas adopciones que hemos hecho.

Entonces tenemos una especie de Repúblicas simuladas, una especie de modernización simbólica.

Por ejemplo, en la sociedad moderna, que se caracteriza por la solidez de las instituciones, hay una institución que se llama Policía, encargada de verificar que la gente se comporta, que se cumplen las leyes, tiene que ver con el orden en la sociedad, la policía no juzga.

Este destacamento se recluta en los países modernos entre las clases con una gran preparación cultural, digamos de medio para arriba porque debe tratar con las personas y tiene que tener un sentido de los límites, ya que al final de cuentas eso es la democracia.

El espíritu de la ley significa «conciencia de los límites», de tal manera que eso embona bien con la ética, es una determinado moral, la conciencia de que tengo límites, en todos los campos.

Se trata de cuando llegamos al punto de decir «no puedo» ante la posibilidad de ser corrompido.

Ese espíritu se busca que lo tenga el policía. Pero en nuestros países, los elementos que componen a la policía vienen de los estratos en donde no hay ninguna conciencia de los límites de algo, por la promiscuidad, por la degradación social, por la pobreza, por la violencia, por los resentimientos. Entonces les pones una macana, una pistola y autoridad y les das todos los elementos para delinquir.

Ese es el gran contrasentido que tiene nuestra modernidad. Esto es lo que dice Octavio Paz.

El tema de la utopía produce desencanto.

José Martí tiene una visión más esperanzada. El está todavía en el espíritu del romanticismo, como cuando Rubén Darío se plantea que América Latina es el provenir del mundo; a ese grado la esperanza en América Latina, pero no se logró.

Sarmiento es más radical, él es de «cortar cabezas» para construir la República, la civilización. Y se hermana con figuras en México como Vasconcelos en el Ulises criollo y La raza cósmica, pero sobre todo con Alfonso Reyes.